El periodo clásico de la Grecia antigua corresponde a la mayor parte del siglo V y el IV a. C. (i.e., de la caída de la tiranía en Atenas en 510 a. C. hasta la muerte de Alejandro Magno en 323 a. C.).
En 510 a. C., tropas espartanas ayudaron a los atenienses a derrocar a su rey, el tirano Hipias, hijo de Pisístrato. Tras lo cual, Cleómenes I, rey de Esparta, puso en su lugar una oligarquía pro-espartana liderada por Iságoras. Las Guerras Médicas (499-449 a. C.), que concluyó con la Paz de Calias, tuvo como consecuencia la posición dominante de Atenas en la Liga de Delos, situación que llevó a un conflicto con Esparta y la Liga del Peloponeso. La subsiguiente Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) terminó con una victoria espartana y el fin del dominio ateniense.
Así, Grecia entró al siglo IV a. C. bajo una hegemonía espartana. Pero, para 395 a. C., los gobernantes espartanos destituyeron a Lisandro de su cargo y Esparta perdió su supremacía naval. Atenas, Argos, Tebas (Grecia) y Corinto, los dos últimos antiguos aliados espartanos, desafiaron el dominio de Esparta en la Guerra de Corinto que tuvo un fin no concluyente en 387 a. C. Luego, los generales tebanos Epaminondas y Pelópidas ganaron una victoria decisiva en la Batalla de Leuctra (371 a. C.). El resultado de esta batalla significó el fin de la supremacía espartana y el establecimiento de la hegemonía tebana. Tebas procuró mantener su posición hasta que, finalmente fue eclipsada por el poder creciente del Reino de Macedonia en 346 a. C.
Bajo el reinado de Filipo II (359–336 a. C.), Macedonia se expandió a los territorios de los peonios, tracios e ilirios. El hijo de Filipo, Alejandro Magno (356–323 a. C.) logró extender brevemente el poder de Macedonia no solo sobre los estados-ciudad de la Grecia central, sino también al imperio persa, incluyendo Egipto y las tierras orientales tan lejos como los linderos con India. Convencionalmente, el periodo clásico termina con la muerte de Alejandro en 323 a. C. y la fragmentación de su imperio, divido entre los Diádocos.
Periodo helenístico (330 a 146 a. C.)
La Grecia clásica ingresó al periodo helenístico con el ascenso del reino de Macedonia y las conquistas de Alejandro Magno. La koiné se convirtió en la lingua franca mucho más allá de la Grecia misma, y la cultura helenística interactuó con las culturas de Persia, Asia central, India y Egipto. Se realizaron avances significativos en las ciencias (geografía, astronomía, matemáticas, etc.), en particular con los seguidores de Aristóteles (Aristotelismo).
El periodo helenístico terminó con el ascenso de la República romana a un poder supra-regional en el siglo II a. C. y con la consecuente conquista de Grecia en 146 a. C.
República romana (siglos V-I a.C.)
El periodo republicano de la Roma antigua comenzó con el derrocamiento de la monarquía romana 509 a. C. y duró más de 450 años hasta su subversión, por medio de una serie de guerras civiles, en un principado como forma de gobierno y el periodo imperial. Durante el medio milenio de la república, Roma emergió de ser un poder regional en el Latium a una fuerza dominante en Italia y más allá. La unificación de Italia bajo la hegemonía romana fue un proceso gradual, provocado por una serie de conflictos en el siglo IV y III: las Guerras Samnitas, Guerras Latinas y Guerras Pírricas. La victoria romana en las Guerras Púnicas y en las Guerras Macedónicas establecieron a Roma como un poder supra-regional para el siglo II a. C., seguida por la adquisición de Grecia y Asia Menor. Este incremento tremendo de poder fue acompañado por inestabilidad política y malestar social, factores que llevaron a la conjuración de Catilina, la Guerra social y el primer triunvirato. Como resultado, la república romana se transformó en el imperio romano en la última mitad del primer siglo a.C.
La Antigua Roma contribuyó grandemente con el desarrollo del derecho, la guerra, el arte, la literatura, la arquitectura y el lenguaje en Occidente; y su historia continúa teniendo gran influencia en el mundo actual.Imperio romano (siglo I a.C. al siglo V d. C.)
Los ciudadanos romanos de esa época no se percataron que la república había dejado de existir. Los tempranos "emperadores" de la dinastía Julio-Claudia mantuvieron que la res publica todavía existía, aunque bajo la protección de sus poderes extraordinarios, y eventualmente retornaría a su forma completamente republciana. El estado romano continuaba llamándose a sí mismo un res publica tanto tiempo como el que mantuvo el latín como idioma oficial.
Roma adquirió un carácter imperial de facto desde la década de 130 a. C. con la adquisición de Galia, Iliria, Grecia e Iberia, y definitivamente con la anexión de Judea y Asia en el primer siglo a.C. Al momento de la máxima extensión del imperio bajo el mandato de Trajano (117 d. C.), Roma controlaba todo el mar Mediterráneo, así como la Galia, partes de Germania y Britania, los Balcanes, Dacia, Asia Menor, el Cáucaso y Mesopotamia.
Culturalmente, el Imperio romano fue significativamente helenizado, pero también asumió tradiciones orientales sincréticas, tales como el mitraísmo, el gnosticismo y, más particularmente, el cristianismo. El imperio comenzó a declinar en la crisis del siglo III.
Revisado tu blog Valeria, debes cambiar el diseño porque resulta muy difícil de leer, interesantes aportes ahora a incluir temas propios
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